"Hola, Soy Inés, la mamá de José, de 14 meses. Ya que el papá se olvidó de hacer la pregunta... Escribo para una consulta sobre psicologia infantil (bueno, en este caso, bebil...). Nos hemos ido de vacaciones a la playa y, de pronto, el bebé le ha cogido mucho miedo al agua. No le hemos forzado a meterse en el agua, ni mucho menos, pero ya no quiere ver ni la bañera, (ni la suya con sus juguetes que tanto le gustaban!).
La hora del baño, que no es todos los días afortunadamente para ambas partes, se ha convertido en un infierno. Le hemos intentado distraer, jugar nosotros con el agua, mojarnos la cara por turnos y reirnos, pero no hay nada que le haga cambiar de idea en cuanto ve que le queremos meter dentro.
Necesitaríamos un poco de ayuda porque no sabemos muy bien qué hacer.
Muchas gracias de antemano."
La hora del baño, que no es todos los días afortunadamente para ambas partes, se ha convertido en un infierno. Le hemos intentado distraer, jugar nosotros con el agua, mojarnos la cara por turnos y reirnos, pero no hay nada que le haga cambiar de idea en cuanto ve que le queremos meter dentro.
Necesitaríamos un poco de ayuda porque no sabemos muy bien qué hacer.
Muchas gracias de antemano."
La mente de un bebé es algo tan fascinante como desconocido, y ejemplifica de una manera muy clara la plasticidad del ser humano. De alguna manera, somos lo que vivimos, pero sobre todo: somos lo que interpretamos de lo que vivimos.
La experiencia está repleta de emociones. Cada suceso que nos hace sentir una emoción positiva, se almacena en nuestra memoria con signo positivo, mientras que lo que nos provoca malestar, automáticamente se deposita en el saco de lo negativo.
En ocasiones, las situaciones son objetivamente positivas o negativas, y en cualquier persona suscitarían más o menos la misma emoción. Sin embargo, muchas veces la valoración positiva o negativa de la situación está más relacionada con aspectos personales nuestros (percepciones, creencias, miedos...), que con atributos presentes de manera objetiva en la situación concreta. En el caso de José, es posible que el niño ya estuviera de "mal rollo" por el cambio de entorno, que echase de menos su casa, sus juguetes y su vida habitual, y en esa situación (para colmo de males) sus padres, esos seres que le dan seguridad a su existencia, se zambuyen alegremente y desaparecen en el mar. Por instantes, pero desaparecen. En esas circunstancias, el miedo es la reacción más lógica.
¿Qué podemos hacer? A efectos prácticos, estos planteamientos no resultan muy útiles (aunque sean tremendamente interesantes). Teniendo en cuenta la demanda concreta y la situación problema (el momento del baño), se me ocurren dos sugerencias para los papás:
1. Tratad de disimular todo atisbo de preocupación y ansiedad. Los niños siempre siempre perciben los estados de ánimo de sus papás. Tienen tan pocas señales de las cuales concluir que todo va bien, que notan los cambios con una facilidad espectacular. Por eso les cuesta tanto adaptarse a lo nuevo, porque les perturba la paz que les proporciona lo habitual.
2. Tratad de modificar las emociones negativas que el niño tiene asociadas a la situación, cambiándolas por otras de signo positivo. La idea es cambiar el significado al momento del baño. Una idea es darle un significado lúdico, que sea como un juego (os puede servir tener unos barquitos o animales para la bañera) y hacer que ese momento sea apetecible para el niño, que se sienta relajado, y decir: "José!! vamos a jugar a la bañera!! anda, que diver!!". De esa manera, podemos conseguir distraer las emociones negativas con las positivas.
Espero haber sido de ayuda. Si teneis alguna duda, no dejéis de preguntar. Saludos!