
Esta frase define por sí misma la importancia de la autoestima en el bienestar psicológico. Somos lo que creemos que somos, y valemos lo que creemos que valemos. Nuestras posibilidades de éxito en cualquier ámbito de nuestras vidas dependen en gran medida de la confianza que depositemos en nosotros mismos, y en función eso, ACTUAMOS.
Toda acción y omisión, todo lo que somos, la manera en la que nos dirigimos a los demás, lo que esperamos de los otros, el por qué tomamos unas decisiones y no otras, lo que nos da miedo, aquello que nos define… Todo puede, de alguna manera, analizarse pasado por el filtro del estado de nuestra autoestima.
La mayoría de nosotros tenemos una idea de qué es la autoestima, conocemos (más o menos) el concepto y lo utilizamos para observarnos y estudiarnos. Nos sirve para comprendernos a nosotros mismos, pero también a los demás, en su nombre explicamos conductas, entendemos estados y justificamos deseos. Pero, ¿qué es lo que no sabemos de la autoestima?, ¿por qué hay personas que se sienten mejor consigo mismas y otras peor?, ¿qué puedo hacer para mejorar la mía?
Para empezar, encontraremos bastantes respuestas si entendemos cómo se forma la autoestima, y para ello es muy importante diferenciar lo que es la percepción de uno mismo, y el ideal de uno mismo.
La percepción de uno mismo es equivalente al autoconcepto, que es la visión objetiva de las habilidades, características y cualidades presentes y ausentes. LO QUE SOY OBJETIVAMENTE.
En cambio, el ideal de uno mismo es la imagen de la persona que le gustaría ser, no de modo frívolo (Quisiera ser millonario) sino el deseo sincero de poseer determinados atributos. LO QUE ME GUSTARÍA SER.
Cuando la percepción y el ideal de uno mismo se equiparan, la autoestima es positiva. Por ejemplo, si valoramos el éxito profesional en función de un salario alto, y lo tenemos, nos sentiremos bien con nosotros mismos; tendremos una evaluación positiva de nuestras características reales. Por el contrario, si nuestro IDEAL es ser popular, pero en realidad tenemos pocos amigos, tendremos una baja autoestima. Existirá una discrepancia entre la percepción y el ideal que conlleva problemas con la autoestima.
Por lo tanto, ¿qué diferencia a alguien con una buena autoestima de alguien con la autoestima baja? Pues bien, una persona con una autoestima positiva se valora de forma REALISTA, JUSTA y POSITIVA, y está satisfecha con sus aptitudes. Tiene una visión “saludable” de sí misma, aceptando sus defectos, pero sin tomar una postura excesivamente crítica: sentirse satisfecho de uno mismo no quiere decir que no se desee ser diferente en algunos aspectos; los defectos se perciben como áreas insatisfactorias a mejorar, que en ningún momento suponen una amenaza global a la valía de la persona en general.
De lo anterior se extrae otra idea muy importante: la autoestima depende en gran medida de la forma en la que las personas manejamos nuestras virtudes y nuestros defectos.
En este sentido, la primera norma básica para tener una buena autoestima es ser REALISTAS. Se trata de que nos observemos a nosotros mismos y nos valoremos de una manera justa, sin esconder esos defectos que nos convierten en humanos y que en ocasiones resultan incluso encantadores, y sin olvidarnos de sentir orgullo por aquellos detalles presentes en nosotros que nos convierten en únicos y geniales. Es imposible destacar en todo, así como es imposible no destacar en nada. Es importante hacer este ejercicio de auto-análisis para poder mejorar la autoestima: se trata de cuestionar nuestras creencias, hemos de ser JUSTOS Y REALISTAS.
Y al final del camino, cuando hemos conseguido hacernos a una idea de nosotros mismos que se ajuste a la realidad, nos puede ser útil el siguiente planteamiento matemático: Si yo soy 100, ¿cuánto de esto me gusta y cuánto no? Hacemos una resta:
Si lo positivo supone el 70% de mi y lo negativo supone el 30%, entonces la operación sale con signo positivo (+40): percibo más los atributos positivos de mi persona que los negativos, con lo que mi autoestima será positiva. Pero si en cambio es al revés, y resulta negativa, ¿Qué hago? Pues ponerme manos a la obra para, por un lado mejorar mi percepción de mi mismo, valorando en mayor medida mis virtudes, y por otro intentar cambiar lo que no me gusta, para acercarme poco a poco, y dentro de mis posibilidades, a aquello que persigo.
Hola,
ResponderEliminarSoy Pepe, me gustaria hacerte una pregunta concreta sobre el baño de mi Jose, de 1 año y dos meses. Te la hago aqui? o tienes una
seccion de consulta?
Gracias de antemano guapa, un beso
pd: muy chulo el post. dificil ser justo y realista...
Hola Pepe! El sitio donde plantear la pregunta depende de lo que te venga mejor a ti. Si no es algo íntimo y no te parece mal que otros se beneficien de la respuesta, puedes plantearla aquí mismo. Si prefieres privacidad, puedes escribirme a info@ubicapsicologia.com
ResponderEliminarSaludos!
Hola,
ResponderEliminarSoy Inés, la mamá de José, de 14 meses. Ya que el papá se olvidó de hacer la pregunta...
Escribo para una consulta sobre psicologia infantil (bueno, en este caso, bebil...).
Nos hemos ido de vacaciones a la playa y, de pronto, el bebé le ha cogido mucho miedo al agua. No le hemos forzado a meterse en el agua, ni mucho menos, pero ya no quiere ver ni la bañera, (ni la suya con sus juguetes que tanto le gustaban!).
La hora del baño, que no es todos los días afortunadamente para ambas partes, se ha convertido en un infierno. Le hemos intentado distraer, jugar nosotros con el agua, mojarnos la cara por turnos y reirnos, pero no hay nada que le haga cambiar de idea en cuanto ve que le queremos meter dentro.
Necesitaríamos un poco de ayuda porque no sabemos muy bien qué hacer.
Muchas gracias de antemano.
Inés M. Dubroca